“Centro de Estudios Peronista: José Armando Gonzáles
Ateneo: Nelly A. Moscheni de Gonzáles
Fundado el 08 – 10 – 2.011”
FUENTE: Roberto BASCHETTI
EN: www.robertobaschetti.com
ENRIQUE PEDRO OLIVA
militantes del peronismo revolucionario uno por uno
OLIVA, Enrique Pedro.
Nació el 29 de junio de 1923 en Chacras de Coria, Mendoza; hijo de inmigrantes andaluces. Con su esposa, Teresa Raquel Moresi, tuvo 4 hijos, que le dieron ocho nietos y dos bisnietos. Abogado, Doctor en Ciencias Políticas fue docente y Secretario General en la Universidad Nacional de Cuyo; miembro fundador del CONICET (1951) y de la Universidad Nacional de Neuquén (luego Comahue) en 1964, de la que también fue su primer rector.
Al respecto, aún hoy suelen recordarse sus palabras al organizar dicha Casa de Altos estudios: “Quiero traer a los doctores y a los catedráticos, pero también quiero traer a los gauchos del interior y a los mapuches, para que nos enseñen lo que saben. Las machis (sacerdotisas) saben más de las enfermedades cordilleranas que los médicos”.
Docente en la Universidad Nacional de Morón. Miembro de la Academia Nacional de Periodismo. “Ciudadano Ilustre” de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Director de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores entre 1991 y 1998 con el rango de Secretario de Estado.
Miembro de número del Instituto Nacional de Estudios Históricos Juan Manuel de Rosas. Presidente del Instituto Malvinas e Islas del Atlántico Sur, desde donde apoyaba la justa lucha de los familiares de los argentinos caídos, para que estos tuviesen un cementerio propio. Autor de numerosos libros, entre los cuales pueden mencionarse: “Malvinas: el colonialismo de las multinacionales” y “El rey de Araucania y Patagonia”.
Proscripto políticamente luego del golpe cívico-militar de 1955 que destituyó a Perón, un año más tarde se refugia en Venezuela tomando contacto con el líder exiliado.
Vuelto a la patria se suma a la Resistencia Peronista, participando activamente de la primera guerrilla partidaria en el Norte Argentino (los “Uturuncos”: “hombres tigres” en lengua quechua). De aquella época cuenta esta sabrosa anécdota: “Era enorme la colaboración de la gente que quería hacer cosas. Recuerdo un caso, cerca del Puente de la Noria, donde teníamos una reunión en una casa muy humilde abarrotada de gente trabajadora. Yo estaba hablando y la dueña de casa nos servía mate. No sabía que hacer para ofrecernos cosas, ó comida. Todo eran atenciones. En un momento en que ya no sabía que más ofrecernos, me dice: ‘Compañero, ¿quiere que mientras usted habla le lave la camisa?’. No podía rechazarle eso. Me saqué la camisa, me la lavó, la secó cerca del fuego y la planchó. Nunca vi una camisa mejor planchada”.
Oliva fue apresado en 1960 siendo condenado por un Consejo de Guerra a 6 años y medio de prisión, de los cuales cumplió 4, ya que fue liberado por la amnistía presidencial del gobierno de Arturo Illia.
Para aquellos años funda y dirige el diarito resistente “El Grasita”.
En 1976 toma el camino del exilio, esta vez hacia París, luego de sufrir el secuestro de dos de sus hijos, que más tarde fueron liberados. Allí será el corresponsal europeo del diario argentino “Clarín” con el seudónimo de François Lepot. (Dirá: “Lo de François Lepot no fue una tilingada para ponerme nombre francés, sino porque mi nombre estaba prohibido y no podía recibir giros. El Banco Central era el que autorizaba la salida de dinero al exterior, entonces me puse Lepot, que en el argot francés es equivalente al ‘gomía’ de nuestro lunfardo”).
La Guerra de Malvinas, años más tarde, lo mostrará como un excelso periodista, donde la lectura de sus notas se vuelve imprescindible para entender el conflicto bélico con el imperio británico.
Falleció el sábado 27 de febrero de 2010. Sus familiares, a pedido póstumo de Don Enrique, solicitaron que no se enviaran ofrendas florales y que el importe destinado a aquellas, fuese enviado al comedor infantil “Estrella de Belén” ubicado en el barrio YPF, Manzana 22, Casa 46 de la ciudad de Buenos Aires.
FUENTE: ALTERMEDIA.INFO
LA MUERTE DE ENRIQUE OLIVA
Homenaje a Enrique Oliva, 1923-2010
Este homenaje fue propuesto a la Junta Departamental de la carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA por la agrupación universitaria La Mariátegui y aprobado por unanimidad.
Por La Mariátegui
Rebanadas de Realidad - Buenos Aires, 03/03/10.-
Hay hombres que hacen historia. Hay hombres que luego la escriben. Muy pocos son aquellos que hacen de ambas posibilidades una profesa obligación. Ayer partió rumbo al comando celestial con los grandes del Pueblo y de la Patria, quien fue para nosotros un gran argentino, Enrique Oliva. Luchador incansable, guerrillero revolucionario, académico destacado, periodista censurado. Un hombre que protagonizó la historia argentina y que dejó testimonio escrito de los problemas de su época, no con la común intención autobiográfica o autocomplaciente sino con la firme esperanza de que las juventudes sepan hacer de su legado convicciones templadas en el camino hacia la liberación nacional.
Doctorado en Ciencias Políticas, Don Enrique se desempeñó como docente y Secretario General en la Universidad Nacional de Cuyo, fue miembro fundador del Conicet y de la Universidad Nacional de Neuquén, hoy Comahue, de la que también fuera su primer Rector.
Enrique Oliva fue proscripto políticamente luego del golpe de 1955 como tantos otros por la Revolución Fusiladora. En 1956 se exilia en Venezuela, donde establece íntimo contacto con el líder popular, Juan Domingo Perón. Vuelto al país continuó con su militancia política, participando activamente del Movimiento Peronista de Liberación-Ejército de Liberación Nacional, también llamado "Uturuncos"; fue apresado en 1960 junto a su compañero el gallego Mena. El Consejo de Guerra que los condenó a seis años y medio de prisión les sindicó los siguientes delitos: "intimidación pública", "promotores de conspiración para la rebelión", siendo ellos los "cabecillas e inspiradores de la guerrilla". Las mismas razones son las nuestras, entre otras varias, para evocarlo y hacerle este humilde homenaje.
Purgó cuatro años de prisión hasta ser amnistiado por el gobierno de A. Illia.
Compartiendo causa y prisión junto a John William Cooke, Oliva fue ícono de la Resistencia. Consciente del trabajo cínico y premeditado de quienes tradicionalmente no han cesado la lamentable cruzada por privar al Pueblo de su propiedad sobre la historia nacional de la que siempre es protagonista, dio vida a la Agrupación de la Resistencia Peronista con el objeto de rescatar de la más oscura penumbra a la que muchos querían destinar a aquel período de nuestra historia. En esos años funda y dirige el periódico "El grasita".
Esta última tarea, entendemos, será fecunda. En este sentido hacemos nuestra una de sus últimas causas por la cual pedía que se establezca un Archivo Nacional de la Memoria desde 1955.
Quizá uno de sus mayores orgullos era haber sido parte de la generación del '55. Enrique recuerda en unos de sus escritos más recientes: "Ante el golpe de 1955, en la Villa Manuelita de Rosario de Santa Fe se exhibía una desafiante y orgullosa leyenda garabateada en un pedazo de sábana, diciendo: -Cuatro gobiernos extranjeros han reconocido a la junta militar. Villa Manuelita no. Una prueba de digna y creativa combatividad popular." De eso fue parte Don Oliva. De la lucha cotidiana y popular de los hombres contra los gigantes que dominaron ignominiosamente al país mediante dictaduras y gobiernos ilegales.
En 1976 retoma el exilio, esta vez en París, luego de sufrir el secuestro de dos de sus hijos. En la ciudad luz y con el seudónimo de François Lepot se desempeña como corresponsal en Europa del diario Clarín. Años aquellos en los que templa una relación estrecha con otro grande, el historiador de mérito Don José María Rosa. Desde allí relató la Guerra de Malvinas, transformando sin querer a sus artículos en lectura obligada para aquellos que buscan tratar la cuestión bélica. En 1986 fue el primer periodista argentino en pisar el suelo patrio de Malvinas.
Fue miembro de la Academia Nacional de Periodismo.
Entre las obras más relevantes del maestro Enrique Oliva, caben destacarse "Política y Negocios", "Política Universitaria", "La guerra revolucionaria en los Estados Unidos", "De Ghandi a Goa", "En el Golfo", "Malvinas: el colonialismo de las multinacionales", "Desde Londres", "El rey de Araucania y Patagonia" y "Vida cotidiana".
En el trabajo incansable que tenemos por delante los historiadores de bien, el recuerdo de una figura como Don Enrique Oliva no puede ser omitido, más aún cuando se trata de un hombre con las características mencionadas. No recordarlo, en esta perspectiva, es ser funcional a aquellos que pretenden que el olvido sea el correlato último, la función final, sobre las historias de los hombres de permanente y honrado compromiso.
Vaya pues entonces el reconocimiento de esta Junta Departamental de la carrera de Historia de la Universidad de Buenos Aires, al respetable recuerdo del Dr. Enrique Oliva.
Enrique Oliva, un hidalgo del pueblo
Por Roberto Bardini
Artículos de Roberto Bardini editados en Rebanadas
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Rebanadas de Realidad - Bambú Press, Buenos Aires, 03/03/10.- Nacido en Mendoza e hijo de inmigrantes andaluces, era un aristócrata de los nuestros. O, como de sí mismo decía el francés Jacques de Mahieu, "un hidalgo del pueblo", que también los tenemos. Porque Enrique Oliva fue un hombre culto, elegante y caballero, de los que no heredan estirpe sino que se construyen desde abajo. Pertenecía al incorregible campo nacional y popular, y cuando fue necesario, no eludió la acción directa ni el riesgo físico.
Era doctor en Ciencias Políticas y había sido profesor en las universidades de Cuyo y de Neuquén, de la que fue rector organizador antes de que se transformara en la del Comahue, pero jamás posó de académico. Participó en 1951 de la fundación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), organismo que años después y a causa de su militancia peronista, lo ninguneó olímpicamente. No le importó: no le interesaba ser funcionario público al costo de cerrar la boca, agachar el lomo y mirar hacia otro lado. También fue, hasta 1955, director de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores, pero no descendió a las amaneradas ínfulas de ciertos diplomáticos de carrera. Y fue, sobre todo en los activos últimos años de su vida, un pensador al que no le gustaba que lo etiquetaran como intelectual.
Sus credenciales eran otras. En un medio donde proliferan cagatintas y ganapanes, se consideraba un periodista. En una época en que pululan mojigatos y cobardes, se enorgullecía de haber integrado la Resistencia Peronista. Y en una etapa de amnesia inducida y desmalvinización, estaba dedicado a la causa de las Islas Malvinas. Lo hacía con un vigor del que hoy parecen carecer muchos cuarentones y cincuentones distraídos con trenzas políticas de pasillo, andinismo laboral, Boca y River, el baile del caño o los culos del verano, endebles marcas registradas de cancherismo local, que arruga al primer amague.
Oliva creyó, como Miguel de Unamuno en El Sepulcro de Don Quijote, que "en cuanto una alucinación se hace colectiva, se hace popular, se hace social, deja de ser alucinación para convertirse en una realidad". Lo demostró hasta el último día de su fecunda vida.